GLADIATOR- Hans Zimmer & Lisa Gerrard.



10 sobre 10


GLADIATOR (2000).

HANS ZIMMER & LISA GERRARD.


La versatilidad y nivel alcanzados en ‘’Gladiator’’ son inigualables. Nos encontramos ante una de las obras cumbre del compositor alemán, que guarda sinnúmero de influencias de trabajos anteriores, todas ellas unidas y mezcladas magistralmente en una partitura muy estudiada y que basa su fuerza en la transmisión de un sentimiento poético. ‘’Gladiator’’ no es una banda sonora de acción, es más, cuando suenan las extraordinarias secuencias rápidas, siempre director y compositor optan por introducir un final o, en su caso, toque místico, tranquilo, relevante hacia la filosofía o, mejor, sentimiento que se pretende mostrar. Aquí entra en juego una de las artistas más grandes de los últimos tiempos: Lisa Gerrard. El nivel que consigue la música no sería el mismo sin ella y es, indudablemente, quien aporta a la obra ese salto  a niveles sobresalientes.




El filme se inicia de una forma musicalmente arrebatadora: toques místicos, ya escuchando a la mejor voz del universo musical del momento y la secuencia de la primera batalla, indescriptible. Los ritmos narrativos de la escena son de gran nivel, comenzando por la parte del discurso del guerrero a sus soldados, muy similar a la ya rodada en ‘’Braveheart’’ y resuelta de manera  distinta a como lo hiciera James Horner en la película de Gibson. Nos encontramos, ahora, en una parte de transición musicalmente hablando. La partitura no narra, esta vez, sino que se limita a apoyar el discurso del oficial sin apenas intervenir en el sentimentalismo de sus palabras. Este aspecto podría pasar desapercibido y más teniendo en cuenta la extraordinaria belleza y calidad del fragmento de Horner, mas sería injusto pararnos aquí sin enlazar con el todo de la primera batalla, una tensa espera descrita por Zimmer para dar paso a uno de los temas de acción del cine actual que más ha brillado en la pantalla. Subidas de intensidad, bajadas, notas de intriga, de heroísmo, descansos…todo unido brillantemente en un solo tema.

El concepto filosófico de la película resulta algo extraño mirándolo desde la música. Como ya he apuntado, personalmente derivaría la idea de la película hacia el sentimiento. Una cinta bien hecha pero con una noción engañosa que navega direccionada hacia la captación facilona de adeptos. No se trata de nociones metafísicas o idealistas llenas de intensidad (como mucha gente podría pensar) sino más bien una línea sencilla de romanticismo. Cada uno podrá llevar este aspecto donde él quiera, pero no hay duda de que la banda sonora nos contagia de una belleza ensoñadora hermosísima. Compuesta a la par de la línea general del filme y reflejo magistral de ella, Hans Zimmer y Lisa Gerrad alcanzan (repito, siguiendo la línea marcada por el director) las casi imposibles y poco habituales perfectas cotas del Arte mediante una composición sin alardes. Es muy complicado poder ser calificado como obra artística aquella que se centre en estructuras nada complejas y cuyas melodías sean hermosas y directas. Pero, afortunadamente, existe esta posibilidad. Los dos artistas son ejemplo de lo que digo: Zimmer ha sido el maestro durante muchos años de la nueva forma de la música de acción, con melodías directas, sencillas y heroicas. Criticado o no por ello, claro es el hecho de su original y novedosa forma de ver el cine. Lisa Gerrard, por su parte, ha sido el ejemplo del minimalismo vocal perfecto y la metafísica musical. Ambos, auténticos genios del arte actual.




La música suena ininterrumpidamente durante los primeros cincuenta minutos de metraje. La función desempeñada por los artistas es notabilísima. Al ritmo variado y estudiado de la primera batalla le añadimos la misma detallada estructura de este comienzo que, refiriéndonos a la historia, es algo lento y pobre pero que, mirado desde el ámbito musical, rezuma delicadeza y poder. Todo lo hasta ahora acontecido y escuchado, con sus idas y venidas, las intensidades diversas y los matices minuciosos, lo hace en función de la escena a la que derivamos: el encuentro del general con su familia y el sufrimiento que le otorga la secuencia contemplada al llegar. Suena la voz de Lisa Gerrard, triste, arrebatando cualquier cosa que intente quebrarla, y la forma en la que director y compositores dan figura a dicho momento es de una sencillez artística de máximo nivel. Ningún desajuste ni alteración en la línea de música; Gerrard llega a manifestarse (y al tiempo cualquier sensación que provoque en el espectador) de una manera íntegramente sádica, pese a su exquisita y piadosa delicadeza tonal de voz. Momento cumbre en la música de cine.

La partitura transcurre ahora por ámbitos más étnicos, siempre siguiendo lo senderos marcados desde el inicio y dándole a los momentos de acción sentidos heroicos y soñadores. Ha transcurrido poco más de una hora. Nos acercamos a un instante clave en la obra, no por su trascendencia argumental y sí por ser el clarísimo ejemplo de cómo una pieza musical para cine puede llegar a superar  a la cinta en sí misma de forma abrumadora: el nuevo emperador entra en Roma. La secuencia no aporta absolutamente nada a la historia y su aparición en pantalla no contribuye en nada. Al contrario, el tema compuesto por Zimmer es delicioso y guarda un aire memorable difícilmente conseguido por cualquier compositor anterior. Su armadura estilística es (como el resto de la música) impropia del género de romanos y, por eso, un éxito de riesgo que solamente genios como los aquí comentados son capaces de conseguir. Una escena como ésta, pueril y pobre y, para colmo, cientos de veces repetida y ‘’musicada’’ por genios como el gran Miklós Rozsa, supone, para quien esto escribe, el mayor reto del compositor en este trabajo. Resultado: grandioso.




Llegamos a la primera lucha de los gladiadores en el Coliseo. El paralelismo intencionado con el inicio de la película, musicalmente hablando, es perfecto. La narración que Zimmer efectúa sobre esta secuencia de acción es ingeniosísima a la par que sencilla. Resuelve el asunto con un toque exquisito de intensidad (para ello no hace uso de tonos, volúmenes o instrumentación: acude al simple pero delicado recurso de la melodía). El compositor permanece agazapado, como astutamente lo hacen los luchadores. La partitura se limita a narrar los acontecimientos al tiempo que el protagonista estudia la situación. Es la primera vez que lucha haciéndolo y agrupando a sus compañeros como si del ejército se tratara. Llega el momento y el Gladiador explota sus armas e inicia el cuerpo a cuerpo victorioso. Justo aquí es cuando el compositor alemán también se hace notar y verifica su pequeño giro melódico, una heroicidad musical que estremece al espectador y, más aún, sacude la emoción del amante de la música de cine. Un detalle de segundos que encumbra la forma ya conocida de componer de Hans Zimmer y que es realmente el detalle que consigue la victoria sobre la arena.

El desenlace final es musicalmente memorable (en realidad, toda la partitura hasta ahora compuesta es un pequeño adelanto del concepto musical al que llegamos, con el cual podríamos calificar la música de ''Gladiator'' como la sinfonía romántica de la muerte. Durante todo el metraje suena esto, la muerte como melodía, las escenas y situaciones son pequeñas excusas. En todo momento tenemos presente la noción de un romanticismo evocador que no va de la vida hacia la muerte, sino de ésta hacia aquélla...); iniciándose los acontecimientos desde el intento de huída del gladiador, se inician una serie de temas basados en los anteriores pero que dan un salto en la calidad de la intensidad emocional y narrativa. Llegamos a olvidar las notas incluso cuando éstas adquieren protagonismo total. Ritmos lentos y enérgicos solamente interrumpidos por el exquisito tema de las batallas ya usado y que suena mientras el general huye, pero esta vez compuesto con unos arreglos orquestales que dotan a la pieza de una pureza y limpieza absolutas. Brota ‘’muerta’’ la voz de Lisa Gerrard; son los últimos alientos y la sangre llega. La muerte no tiene partitura, la música llega a darnos conmoción final, desaliento, afecto, piedad, pesar, tristeza… Es la música de ‘’Gladiator’’.




Concluyendo, nos encontramos ante una de las mejores obras del compositor alemán, trabajada mano a mano con la genialidad compositiva y vocal de Lisa Gerrard y que, sin duda, es la quien lanza la partitura hasta los límites de la excelencia. Una obra arriesgada por tratarse de un género cinematográfico clásico; una pieza artística que hoy día es referente en la música de cine. Sensacional.


ESCÚCHALA SI...: no quieres perderte una de las mayores obras de la música de cine actual.

NO LA ESCUCHES SI...: eres amante de las partituras clásicas de romanos sin posibilidad a ninguna otra opción.

LLEGARÁ A SER UN CLÁSICO: lo es.

OTRAS OBRAS RECOMENDADAS DEL AUTOR: ''La Biblia'', ''The Insider'' (L. Gerrard), ''El Pacificador'' (H. Zimmer).

PUNTUACIÓN: 10


Antonio Miranda. Mayo 2014.



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