BSO- SAW VIII (JIGSAW)- Charlie Clouser.



2 sobre 10

JIGSAW (2017)
CHARLIE CLOUSER

Charlie Clouser nunca ha llegado a fabricar una música para la saga Saw que se ganara el calificativo de interesante. Sí ha conseguido instantes llamativos, pero nunca una partitura global que trascendiera. ‘Saw VIII’ no aporta nada, nada original, nada nuevo, todo repetitivo y con una impresión de ‘cansancio musical’ verdaderamente importante. Este agotamiento continuo en su aplicación de lo mismo que ha hecho siempre con la saga traspasa incluso el umbral de lo pasivo y se asoma a lo incomprensible en los instantes de acción del presente filme.

La obra de los hermanos Spierig, con cintas ninguna de notable resultado, se mantiene en una angustia que sólo consigue al final y ciertos toques de ridículo. Únicamente los efectos especiales de la sangre y las vísceras se alzan al sobresaliente; el resto: insuficiente.



Clouser se mueve con tranquilidad y cierta habilidad en las partes pausadas. La atmósfera que crea, sin llegar a ser buena, sí resulta tensa y su combinación sin pretensiones de los pads es aceptable. El tropiezo monumental aparece cuando el artista pretende relatar las partes más activas: la última pieza, ‘Zepp Eight’, con la explicación de la trama y la resolución final, en la que la dirección no consigue sino ‘marionetizar’ la figura pretendidamente oscura del asesino, es el ejemplo claro del despropósito a la hora de aplicar la música activa a la imagen. Realmente un intento grave que desfigura el horror de la cinta y nos recuerda la pesadilla sufrida por cualquier estudioso de la música de cine cuando Clouser, mimetizándose con la imagen (intentándolo) comienza una estruendosa pieza de rock a mitad de filme como si el mundo motero lo reclamase a gritos mientras el motor maltrecho de una motocicleta va accionando un sistema de muerte. El resultado es de lo peor que se puede escuchar en una sala de cine en muchos años, dos temas vacíos, sin sentido en el global del filme y estrepitosamente empleados.



La conclusión final de la composición para ‘Saw VIII’, tras escuchar pocos segundos interesantes, es de gran desolación. No pierdas el tiempo oyendo esta banda sonora o viendo la película. Sólo un principiante en este mundo podría disfrutar con algún fragmento de la obra que, sin duda, quedará olvidada.

Antonio Miranda. Noviembre 2017





BSO- EL PÁJARO DE LAS PLUMAS DE CRISTAL- Ennio Morricone.


6 sobre 10


L'uccello dalle piume di cristallo (The Bird with the Crystal Plumage) (1970).
ENNIO MORRICONE


No hay duda de la destreza global de los dos grandes genios del séptimo arte que juntó la presente historia, hace ya muchos años: Morricone y Argento deslumbran de manera notable y, al tiempo, simplísima (como suelen hacerlo siempre). Cómo el segundo da forma a toda la película y dirige y permite al primero experimentar con sonidos en una historia directa es algo llamativo y siempre presente en las obras del director italiano. Morricone y su director no ofrecen al espectador un inicio impactante, ni siquiera brillante: sí práctic y prudente, características éstas de todo el conjunto de esta producción cinematográfica. Tras muchos detalles musicales en los primeros minutos, en los que la trama va figurando sus límites, ambos artistas funden su buen hacer siempre para bien del filme: el cuadro que aparece en la historia, que la primera joven asesinada vendió en la tienda de antigüedades, es tratado magistralmente por Argento, se funde y une la figura del joven investigador con la del asesino y permite a Morricone hacerlo también con dos de los motivos de su hasta ahora medida partitura: la parte experimental y más tensa con la melódica y sensible del cántico femenino e infantil (éste asociado al recuerdo y aquélla al sentido terrorífico del desconocido psicópata). No obstante, ambas directrices, en un inicio prometedoras, no seguirán evolucionando, lamentablemente.



El inicio de la década de los 70 supuso el comienzo de las películas ‘Giallo’ (con permiso de su origen en ‘La muchacha que sabía demasiado’, de Mario Bava) y Argento lanzó, con su ‘El pájaro de las plumas de cristal’ ( ópera prima), lo que más tarde sería una de las influencias más claras en el cine de terror y policíaco de los 80 y uno de los géneros, o subgéneros, más controvertidos de la historia, poco aceptado por la crítica y, por tanto, sin duda atractivo para el estudioso por tal motivo.
Morricone se muestra tal como siempre ha sido: aplicado, nada comercial en cuestiones narrativas y  en todo momento supeditado a la imagen. Se echa en falta, a medida que avanza el filme, cierta variedad en los registros, un matiz más afianzado que trate elementos de la historia con más fuerza (el cuadro mencionado, por ejemplo, algo olvidado respecto a la partitura desde el instante citado) o haber aprovechado fragmentos realmente potentes de alguna escena para acribillar al espectador con el arte del verdadero terror tensionado. Ejemplo claro lo encontramos en los segundos iniciales de la secuencia en la que se mata a la cuarta víctima, de una primera impresión visual magnífica que pudo haberse prolongado. Argento destaca en secuencias de este tipo, en los asesinatos o en pequeños detalles de cámara y segundos. Su obra  dará lugar a espectaculares tratados de violencia, sangre y terror en años posteriores. ‘El pájaro de las plumas de cristal’, con sus limitaciones como filme, sin duda tiene el valor de lo que generó posteriormente y la lástima de, quizá, no ser conscientes en el momento de su creación de lo que realmente se estaba fabricando. De haber sido así, Morricone habría compuesto una partitura indudablemente de mayor alcance, registros más personales y presencia más contundente; no obstante, la línea equilibrada de la música y sus ligeros toques jazzísticos y experimentales la sitúan entre sus cumplidoras obras. Fijémonos, de todas formas, en lo relativo de los análisis: ¿no suponen la música y el estilo, a veces rocambolescos, del genio italiano una similar connotación a la de la falta de coherencia argumental del ‘Giallo’ y su acercamiento extremo a lo formal? La partitura de Morricone para el presente filme es, sin duda, la pura y clara descripción del subgénero italiano. Interesantísimo detalle.



En definitiva, obra de uno de los mayores ejemplos de compositores para cine compuesta con seriedad y acierto que presenta limitaciones, muchas de ellas producidas por la historia en sí, pero que resulta adecuada a la imagen, con el lado de la voz femenina resolviendo dudas finales y un desenlace que el artista podría haber ladeado más hacia la altanería de mostrar su inteligencia compositiva: no lo hace así, sino que muestra la prudencia que siempre ha tenido para con las imágenes y firma una partitura que no descansa entre sus mejores piezas pero sí cumple bien el cometido.


PUNTUACIÓN: 6


ANTONIO MIRANDA. NOVIEMBRE 2017.



BSO- LOS PUENTES DE MADISON- Clint Eastwood & Lennie Niehaus



10 sobre 10

THE BRIDGES OF MADISON COUNTY (1995).
CLINT EASTWOOD Y LENNIE NIEHAUS.

NO ES FÁCIL COMPRENDER, incluso escuchar, la partitura original de una historia envuelta en otra composición no original de forma constante, llegando ésta a parecer (sólo hacerlo) de mayor importancia que la primera. Es el caso que nos ocupa pero, tratándose de la excelente dupla de artistas, confiar desde un inicio en el papel de la música concebida para la presente obra  no es mala apuesta.

Transcurrida la mitad del argumento, la música suena solamente dos o tres veces. La capacidad de Eastwood para crear sucesos con su arte sonoro es asombrosa: le basta con generar las pocas notas que guían el tema principal (suyo) para dejar a Niehaus un terreno abonado que simplemente deberá arreglar. Asombroso. La composición genera un contraste con la protagonista femenina, Francesca, de una intensidad fortísima que derivará en la figura equilibrada de Robert Kincaid, el protagonista masculino. Cuando la música, ligera, hermosa y tranquila brota en pantalla ella, Francesca, se muestra inquieta, nerviosa e impaciente por el deseo y el sentimiento que nace hacia Robert. Inteligente contraste y apuesta. La partitura, como la mujer, irá creciendo con el paso de los minutos.



Clint Eastwood comenzaba su zambullida artística directa en el mundo de la composición durante la década de los noventa. Las colaboraciones con su amigo Lennie Niehaus se limitaban a dar cuerpo a temas principales y adaptar luego la música, como director, a la imagen. El poder que mostró, ya en este inicio, fue incuestionable y con un sencillo, práctico e inteligente (siempre) motivo conseguía dar una fuerza y sentido a sus historias como muchos otros músicos, con una partitura entera, jamás han logrado.




El jazz tiene una influencia notable sobre la historia. El gusto de Eastwood por este estilo de música siempre se ha visto reflejado en sus filmes y, en el presente, no lo es menos. Paulatinamente, al tiempo que la historia avanza, su presencia disminuye, limitándose finalmente a los encuentros íntimos (que no sexuales) de la pareja. La música original, progresiva y siempre bajo el minimalismo que caracterizará las partituras del director en el futuro, cobra minuto a minuto una presencia activa y fulgurante hasta llegar a un final de verdadero, artístico e intelectual éxtasis. La complicidad de ambos músicos es extraordinaria y juntos llegan a formar una dirección musical complicadísima (como también lo es su percepción latente). En las secuencias finales, orquestado ya  por Niehaus el tema principal de Eastwood, la música parece llorar los acontecimientos. Y no, no se trata de una metáfora el comentario sino, certeramente, una realidad: el compositor ejecuta unas curiosísimas ‘’disonancias melódicas’’ que hieren drásticamente el alma y elevan toda, absolutamente toda la película, a consideración de idea, muy alejada ésta de acontecimientos reales, vitales o sentimentales. El Romanticismo brota por tantos lados que la partitura rasga los ojos del espectador y saca violentamente sus lágrimas. Sin duda, una obra maestra del cine y una joya de la música del séptimo arte injustamente olvidada, pobremente valorada en muchas ocasiones y que debiera estar entre las desconocidas y minusvaloradas mejores bandas sonoras de la historia moderna del cine.

PUNTUACIÓN: 10

Antonio Miranda. Noviembre 2017.