BSO- DUNKIRK (DUNKERQUE)- Hans Zimmer.


6 sobre 10

DUNKIRK (2017)
HANS ZIMMER

Decepcionante, una vez más, el gran compositor alemán. Compleja creación que, a primera vista-escucha en la historia pudiera parecer una conseguidísima partitura pero que, sin duda, adolece de varios detalles negativos en un artista de su talla: inicio estructural muy negativo, aplicación del ritmo totalmente contrario a la historia y a la función del resto de la música, una comodidad compositiva que, en un estudio detallado, aflora de manera evidente y un ímpetu descontrolado en los instantes de mayor entusiasmo. Pudo ser el regreso, tras varios intentos fallidos, de sus grandes cualidades como músico de cine.



El proceso creativo de Hans Zimmer para ‘’Dunkirk’’ ha sido realmente confuso y vacío de contenido problemático, signatura de crecimiento artístico en cualquier obra de arte. Dicho proceso ha de carecer de comodidad, característica ésta sobresaliente en la partitura del compositor alemán.

Los que, como un servidor, practicamos el gratificante pero complejo mundo de la composición musical, sabrán que mantener un tema siempre en la misma nota y, a partir de ahí, crear la música, los movimientos de instrumentos o las capas de composición, es mucho más cómodo y agradable que moverse de nota a nota, saltar de escala o cambiar de registros de forma continuada la totalidad del cuerpo musical. Hans Zimmer basa en este detalle el 80 por ciento de la partitura.

El minimalismo electrónico absoluto hunde a la composición en el mundo de la historia de manera drástica y hace que deseche cualquier personalidad propia y asuma, sin dudas, la del argumento. ¿Resulta esto positivo? ¿Comete Zimmer un error al someterse tanto a las imágenes? Acudir en estos momentos a dos joyas de la música moderna nos dará la respuesta: ‘’La noche más oscura’’ (2012, Alexandre Desplat) y ‘’Sicario’’ (2015, Jóhann Jóhannsson), dos trabajos que podríamos tildar de atmósferas similares a la tratada (oscuras, ahogantes, hirientes, minimalistas…) y que ejemplifican cómo se puede componer bajo la ‘’dictadura’’ de varios condicionantes (imágenes, director, argumento, minimalismo, prudencia…) y elaborar unas secuencias musicales compositivas de grandísimo valor. Éste es el error: la comodidad.



‘’Dunkerque’’ aporta, no obstante lo dicho, atractivos apuntes a la película global. La opción de mantener la nota, como dije, empuja a la música de forma absoluta al nivel del argumento, a un hundimiento a modo de socializar a unas notas que, yéndonos al pasado, el compositor alzó hasta la metafísica en ‘’La delgada línea roja’’. Dos formas dispares de componer, aquélla muy difícil de superar y ésta un riesgo que, seguramente dirigido por Nolan, Zimmer ha sabido incrustar entre los soldados y las acciones, entre el ahogo de la tierra o el miedo salpicados en los rostros de los hombres y el que él genera al no variar su nota. Por tanto, ¿resulta, finalmente, positiva esta opción? Como he explicado, Zimmer fabrica una buena partitura y la añade a la historia fantásticamente pero, para llegar al sobresaliente, le falta la calidad que sencillamente muestra uno de los genios actuales de la música de cine, el francés Desplat en su obra mencionada o Jóhannsson en la suya y, de igual forma y como vamos a ver, una buena estructura.



La película tiende la mano a la música, sin duda. La escucha aislada de la edición en cd (la cual, pobremente seleccionada, no refleja en absoluto el trabajo del compositor alemán) no debe ser referencia alguna tras ser realizada y debemos pasar a lo que las notas, completas, desarrollan en la historia. A todo lo dicho, aparecen en la más de hora y media de metraje verdaderos instantes conseguidos, ninguno de ellos editados, y que aderezan la línea previsible del compositor con toques de conseguida narración. Lo son, por ejemplo, los minutos en los que los soldados aguardan la subida de la marea para marchar en el barco encallado o, en el inicio, el transporte en camilla del herido para poder llegar al barco que partirá. Detengámonos aquí: gran error, a mi juicio, que nos transporta al minutaje excesivo del uso de la música que, sin errar demasiado, me atrevería a decir está presente siempre. Este ‘’siempre’’, fijados en el momento comentado del traslado del herido, nos ladea por una parte hacia el inicio y, por otra, hacia el resto del filme. El inicio no aporta, musicalmente, absolutamente nada. El director crea una tensión sin necesidad de música y ésta, innecesariamente, distrae la llegada del instante comentado de la camilla que, inyectado en el espectador con unas cuerdas atonales y chirriantes sorprendentes, es maravilloso (a juicio de quien esto escribe habría resultado uno de los comienzos más conseguidos de los últimos tiempos en música para el séptimo arte). La presencia anterior de la música hiere este momento que, de lo contrario, habría sido un inicio musical extraordinario. El otro lado, el resto de la obra y apoyados en el ‘’siempre suena la música’’, nos guía hacia la percusión, los ‘’tic-tac’’ que no paran de sonar. Su inclusión es magnífica…durante 45 minutos (debiendo haber eliminado los primeros). La tensión que genera es tremenda y su ritmo va creciendo al tiempo que lo hace la historia. Damos aquí con otro de los errores importantes de la estructura de ‘’Dunkirk’’: Nolan nos conduce gradualmente a través de las tres historias (tierra, mar y aire) para, poco a poco, fusionarlas y concluir en el éxtasis final; Zimmer tropieza. El ritmo debería desarrollarse a la par de las historias. Lo hace durante la primera mitad pero en ese momento, sorprendidos por un uso ya demasiado continuado del fallo, el compositor enlaza varios apoyos secuenciales en los que su ‘’tic-tac’’ varía y comienza unas veces a ralentizarse y otras a acelerarse. Su progresión habría sido el lujo final de la obra global, una percusión ‘’silenciosa’’ y sigilosa que al inicio de la película fluctuara despacio y terminara ésta al ritmo vertiginoso de la escena final. No ocurre así y Zimmer se afana en apoyar, con su ritmo, cada secuencia de forma aislada (de ahí sus vaivenes de intensidad) cuando el director no lo hace así, sino que une una tras otra para ofrecer una visión de conjunto. Esta opinión personal se afianza más con un detalle de la propia partitura: la música suena sin pausa ni giros, manteniendo un mismo tema, pese a que una escena suceda a otra (incluso fija al inicio un tema a un ámbito, como el motivo principal comentado cuando es rescatado el soldado, para luego aplicarlo a las otras historias). Aquí, Zimmer sí une; no obstante, parte a las escenas y a su propia composición mediante el empleo desequilibrado del ritmo explicado.



En definitiva, una obra compleja en análisis, con pequeños grandes detalles y grandes pequeños errores. Un empleo constante en el filme que le resta eficacia, un ritmo desacertado en los instantes pausados y el gran motivo que lo aleja del sonido de otros grandes compositores: la nitidez de los momentos máximos donde, sin duda, la amalgama de sonidos que se crea habría sido más delirante con un mayor cuidado y elegancia compositivos. Fuerza máxima descontrolada. Pocos momentos narrativos y muchos descriptivos, aquéllos los mejores y más claros y éstos, siendo notables, faltos de claridad compositiva y sonora. Lamentablemente, una estructura que tiene varias e importantes grietas con un principio nada estudiado y una aplicación a la historia tan dispar de dos ámbitos de la partitura (ritmos y el resto) que ella misma parece dispararse entre la marabunta humana de la guerra. Obra atractiva que, de todas formas, da esperanzas del regreso del mejor Hans Zimmer.




ANTONIO MIRANDA. JULIO 2017





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